Los productos lácteos, especialmente los fermentados como el yogurt y el kéfir, son reconocidos por su valioso aporte de cultivos lácticos y probióticos, elementos fundamentales para mantener una buena salud digestiva y fortalecer el sistema inmunológico.
Cuando se eligen adecuadamente —en el tipo, cantidad y momento correcto— estos alimentos pueden favorecer una digestión eficiente y contribuir al equilibrio de la microbiota intestinal.
Cultivos lácticos y probióticos: ¿Qué son y por qué son importantes?
Los cultivos lácticos son bacterias utilizadas en el proceso de fermentación que transforman la leche en productos como el yogurt, haciéndolos más digeribles. Por su parte, los probióticos son microorganismos vivos que, al consumirse en cantidades adecuadas, ayudan a mantener el equilibrio del ecosistema intestinal, mejorar la digestión y fortalecer las defensas del organismo.
Además de estos beneficios, los lácteos son una excelente fuente de calcio, fósforo, vitamina D y proteínas de alto valor biológico, nutrientes esenciales para funciones como la motilidad intestinal, tal como lo destaca Francisco Herrera Morales, nutricionista de Productos Nevada – filial de Dos Pinos en Panamá.
Desmitificando los lácteos: ¿causan inflamación?
Uno de los mitos más frecuentes es que los lácteos generan inflamación o deben eliminarse ante molestias digestivas. Sin embargo, la evidencia científica indica que esta creencia no aplica a toda la población. En la mayoría de los casos, los síntomas digestivos tras el consumo de lácteos se deben a la intolerancia a la lactosa, una condición individual que no implica que los productos lácteos sean inflamatorios por naturaleza.
De hecho, estudios recientes —incluyendo revisiones sistemáticas y metaanálisis— han demostrado que el consumo de lácteos no incrementa los marcadores inflamatorios en personas sanas, y que ciertos productos fermentados pueden incluso tener efectos antiinflamatorios moderados.
¿Y los productos sin lactosa? Igual de nutritivos y más tolerables
Existe la idea errónea de que los productos sin lactosa son artificiales o menos nutritivos. En realidad, estos conservan su perfil nutricional original y son una alternativa segura para quienes presentan intolerancia, sin perder sus beneficios.
Herrera Morales subraya que, incluso en personas con sensibilidad digestiva, los lácteos pueden ser bien tolerados si se eligen correctamente en cuanto a tipo, cantidad y momento de consumo.
Opciones para personas con intolerancia a la lactosa
Para quienes presentan sensibilidad o intolerancia, existen múltiples alternativas que permiten seguir disfrutando de los beneficios de los lácteos:
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Lácteos deslactosados: como leche, yogurt o quesos sin lactosa.
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Productos fermentados: como el kéfir, que tiene bajo contenido de lactosa y alta concentración de probióticos.
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Quesos maduros: como el parmesano, gouda o cheddar, naturalmente bajos en lactosa y de buena tolerancia digestiva.
Recomendaciones para una buena digestión con lácteos
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Optar por productos ricos en cultivos lácticos y probióticos, como yogurt natural o kéfir.
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Preferir las versiones sin azúcares añadidos, que pueden afectar el equilibrio intestinal.
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Considerar los productos sin lactosa en caso de intolerancia, sin temor a perder su valor nutricional.
¿Cuándo es mejor consumir productos lácteos?
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En el desayuno: aportan energía sostenida y sensación de saciedad.
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Como colación: a media mañana o media tarde, especialmente los que contienen probióticos.
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Después del ejercicio: combinados con frutas para favorecer la recuperación muscular.
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Evitar en grandes cantidades por la noche: si se tienen antecedentes de reflujo o digestión lenta.