Paren el mundo…

Escrito por Redacción Istmo

En marzo 29, 2020

Por: Milton Cohen-Henríquez Sasso

Me contaba un amigo que, en estos días de encierro, decidió hacer un ejercicio de introspección y conocerse más a sí mismo… ya no se habla.

Allen Konigsberg ha dicho que el humor es “tragedia + distancia”. En la medida que la pandemia parecía algo lejano -por improbable y por suceder en otro continente- las bromas eran más crudas. El humor es, sin embargo, terapéutico y sirve tanto para sobrellevar una mala situación, como para superarla cuando ha pasado. El bombardeo de mensajes, saludos, fake news, chistes, información veráz y noticias trágicas o esperanzadoras, han producido un frenesí emocional que se agranda con la soledad y el encierro.

Al momento del inicio de la pandemia resido en Madrid y todavía hasta la mitad de marzo, estamos en La ciudad alegre y confiada, -que como muchos recordarán, es la segunda parte de Los intereses creados de Benavente- pues bien, los intereses creados generaron esa falsa sensación de seguridad, que llevó a España a mantener una vida alegre y confiada, hasta que que la comedia se transformó en tragedia.

Al escuchar de varios expertos que el sesenta al setenta por ciento de la población del mundo se contagiaría del COVID-19, yo concluí que yo también me contagiaría y que, si bien debía extremar todo lo posible las precauciones, la enfermedad me sería leve por mi edad y estado de salud; así que me concentré en fortalecer mis defensas a través de suplementos y alimentación, a través del ejercicio y el sol y a través del buen humor.

Ya habíamos iniciado el modo de teletrabajo por lo que, cuando el presidente de la fundación me exhortó a que me fuera a Panamá y estuviera con mi familia en este trance, no lo pensé y en 36 horas estaba ya junto a los míos. Como venía de España, automáticamente me recluí en cuarentena -como es la norma profiláctica- y solo he tenido contacto personal inmediato con mi esposa y dos de mis hijos, sin embargo, desde que llegué ha sido guardando distancias y precauciones.

Mientras estuve en España me sentí muy bien, tuve contacto con al menos tres personas que tenían síntomas gripales pero ninguno pensaba que tenía el COVID-19. Ya en el vuelo sentí síntomas de leve cefalea, febrícula y malestar corporal; lo informé a la azafata y en efecto, al tomar la temperatura tenía medio grado de fiebre -técnicamente no es fiebre-  por lo que me coloqué una mascarilla y guantes en todo el trayecto. Al llegar a Panamá lo informé también al personal de salud y me dieron una tarjeta verde con un número de teléfono al cual llamar. Al par de días se había ido la cefalea y la febrícula; se mantenía, sin embargo, un malestar corporal y la comida me sabía insípida. Las molestias corporales eran en la zona baja de la espalda y se aliviaban con Tylenol. Al comentarle a mi hermano Alfredo -que es médico- sobre mis síntomas, insistió que me hiciera la prueba del COVID-19 porque la pérdida de sentido del olfato/gusto es uno de los síntomas. Me hicieron la prueba en casa de forma muy profesional, me han estado monitoreando diariamente por teléfono y en general las autoridades de Panamá han manejado muy bien la situación. En efecto me contagié, en efecto me fue leve y en efecto ya me siento totalmente bien.

A pesar de todo, no por mí sino por los demás, mantengo un encierro total en mi cuarto desde hace dos semanas, como en platos desechables, me lavo las manos con jabón varias veces al día y solo mantengo contactos de manera virtual. Gracias a mi esposa Alexandra el encierro ha sido muy llevadero y a la vez muy estricto por el bien de la familia. He trabajado todos los días, he mantenido reuniones con personas en tres continentes, he jugado con mis hijos y mis nietos, he conversado con mi esposa, he pensado mucho y he ponderado muchas cosas, pero no he visto todas las series que creía que vería, no he escrito todos los libros que pensé que terminaría y no he acabado de comprender el por qué de todo esto.

Al principio, cuando la necedad parecía estar al mando de muchos países, recordaba una frase de Einstein: “Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. No estoy seguro de lo primero…” pero he visto en estos días que hay más cosas infinitas de la humanidad, como son la bondad, la solidaridad y el sacrificio por los demás, he aprendido que muchas cosas que nos dominan, lo hacen porque creemos que tienen poder sobre nosotros, pero hoy, ni el dinero, ni el petróleo ni las armas son más importantes que la empatía, el aseo y los alimentos.

¡Cuántas veces habremos recordado el grito desesperado de la gran Mafalda: “Paren el mundo, me quiero bajar”! En esta era de la información, es simbólico que esa cosa invisible e insignificante que solo contiene datos para replicarse, pueda haber literalmente “parado el mundo” y el mundo parece estarlo agradeciendo.

El genio del humorista es decir mucho con poco, es más importante lo sobreentendido que lo explícito, es más impactante lo evidente que lo complejo y sobre todo, en medio de la chanza, el humorista siempre apunta a la verdad.

Estamos en modo de supervivencia. En estos momentos en que la tragedia se nos acerca demasiado para que nos parezca gracioso y en los que la inmediatez hace irrelevante buscar a los culpables, lo único sensato es hacerle caso a Mafalda y el mundo será distinto.

El Autor:

Consultor, consejero, abogado, comunicador social, opinador, ex embajador, ex ministro, ex legislador. Blog personal Milton 2020


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